octubre 06, 2023

Nos pasamos gran parte de nuestra vida esperando a que llegue lo siguiente. Las vacaciones, el postre, una relación, la felicidad. Transicionamos de un evento a otro con los ojos medio abiertos y la mandíbula medio apretada, pensando que lo "verdadero" llegará cuando dejemos atrás esos obstáculos que nos incomodan, y lleguemos al siguiente puerto. No nos damos cuenta de que la vida es una transición constante, incierta e impermanente. También "el siguiente puerto".

Al igual que la práctica de yoga no son sólo posturas, sino también todas las respiraciones y transiciones que se dan entre ellas, la vida, no son sólo esas paradas que tanto anhelamos. "Estaré tranquila cuando cambie de trabajo", "seré feliz cuando encuentre una pareja", "me relajaré cuando solucione este problema".  Y cuando llega ese nuevo trabajo, esa pareja o esa solución, aparecen nuevas incomodidades y retos.
Porque la vida cambia cada instante. Por eso no hay que hacer ni superar nada. Las cosas fluyen y luego se detienen, y a veces se desmoronan, y así es constantemente. El gran reto es aprender a transicionar por cada una de esas olas. A dar espacio para que sucedan. Espacio para el duelo, la rabia, la tristeza, o la alegría. Sin intervenir.

No es fácil. Y menos cuando estamos viviendo algo que nos molesta o duele, y queremos que desaparezca rápido. Algo que he aprendido con los años y la práctica es que
nada se acaba de ir hasta que no aprendemos lo que ha venido a enseñarnos. Puede que le demos la espalda o hagamos ver que no existe, pero siempre acaba volviendo. Con otros nombres, otras formas, otras manifestaciones, pero vuelve. Hasta que no logramos abrirnos a lo que hay sin condiciones, a dejar de evitar y pasar de puntillas por la incomodidad, a vivir la experiencia de la vida, con todo.  

Me gusta pensar que la vida es una gran aventura. Un gran "juego" en el que cada vivencia nos prepara para la siguiente. Y siento que el denominador común de todas ellas es aprender a transicionar.
Sentir que podemos pasar por cada una de esas olas con más serenidad, menos expectativas y apegos, con más aceptación y gozo. Intuyo que es la verdadera práctica que nos ayudará en esa última y gran transición por la que sabemos que todos vamos a pasar. Esa sí es la única certeza que la vida nos asegura, desde el día que nacemos.